El lenguaje embrujado
(...)
Un amigo le dice a otro:
- Hay que ver qué pena de vida, nadie cambia.
- Hombre, no digas eso, responde el amigo, porque yo he cambiado muchísimo desde el año pasado.
- Me refería para bien, replica el amigo.
Se confunde, pues, cambio con mejora. Tenemos que dilucidar qué es lo que vamos a entender por mejora. Dice José Antonio Marina, no recuerdo ahora en cuál de sus numerosos libros, que mejora es una palabra infinita que debemos desentrañar. Algunas veces se cambia en lo insustancial y se empeora en lo esencial. Otras veces, mejoran sólo unos pocos que, por cierto, ya estaban bastante mejorados, y empeora la mayor parte. No me apunto a esos cambios.
Thomas Cathcart y Daniel Klein han escrito un curioso libro titulado “Platón y un ornitorrinco entran en un bar…”, que ya he citado en otras ocasiones. Es un libro sobre la filosofía explicada con humor. Los autores dedican un capítulo de su libro a la filosofía del lenguaje. En él, podemos leer lo siguiente: “Se ha criticado la filosofía del lenguaje común por considerarla un mero juego de palabras, pero Wittgenstein dice que la confusión de marcos de referencia lingüísticos puede conducir a errores fatales. Y lo explica con este ejemplo:
Billingsley va a ver a su amigo Hartfield, que está muriéndose en el hospital. Cuando Billingsley se coloca junto a la cabecera de su cama, la debilitada salud de Hatfield empeora y pide, desesperado, que le den algo con que escribir. Billingsley le acerca un bolígrafo y un pedazo de papel y Hatfield emplea sus últimas fuerzas en garabatear una nota. En cuanto termina de escribirla, fallece. Billingsley se mete la nota en el bolsillo, incapaz, en la consternación del momento, de prestarle atención.
Al día siguiente, mientras Billingsley está hablando con la familia de Hatfield en el velatorio, se da cuenta de que lleva la nota en el bolsillo del traje.
- Hat me entregó una nota antes de morir -anuncia a la familia-. Aún no la he leído pero, conociéndole, seguro que son palabras de consuelo para todos nosotros..
Y lee en voz alta:
- ¡Estás pisando el tubo de oxígeno!
Resulta, pues, esencial saber lo que estamos diciendo, dónde y cuándo lo decimos y cómo y cuándo lo interpreta el interlocutor. No se trata sólo de juegos de palabras. En el uso del lenguaje nos jugamos mucho de lo que somos y de lo que hacemos.
Miguel Ángel Santos Guerra
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