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"Cada persona tiene que madurar y cera través de su propio esfuerzo. Nadie puede suplir a otro en la tarea de su maduración. Los demás pueden ayudar, aconsejar, aplaudir, pero no pueden reemplazar a nadie en lo que cada persona tiene que hacer. Hay que regar el árbol, abonarlo y podarlo, pero es el árbol quien tiene que crecer. Y, por cierto, hace muy poco ruido cuando crece. No se puede tirar de las ramas hacia arriba para que lo haga. Los agentes externos facilitan, propician ayudan, pero no crecen por él.
Suelo aplicar a la educación una metáfora que Neruda dedica al amor. Amar (educar) es hacer con las personas lo que la primavera hace con los cerezos. La primera crea las condiciones pero es el árbol el que crece. El que florece, el que da frutos. Es necesaria la primavera, pero ella sola no hace que el árbol se desarrolle. En plena primavera hay árboles que se atrofian, que acaban muriendo.
Reivindico aquí la autonomía del ser humano para llegar a ser lo que realmente quiere ser, dentro de sus posibilidades genéticas, dentro de sus potencialidades, en el marco del contexto que elige. Reivindico su derecho a desarrollar al máximo y de forma autónoma sus potencialidades.
Lo que los hijos y alumnos nos dicen a los adultos es lo siguiente: “Ayúdame a hacerlo sólo”. De lo que se trata no es de que los alumnos y los hijos piensen como nosotros sino de que piensen por sí mismos. Lo que se pretende no es que decidan lo que nosotros queremos sino que aprendan a decidir por sí mismos. (...)"
Miguel Ángel Santos Guerra
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Otro componente nada desdeñable de la longanimidad, además de la fortaleza, es la constancia. Es más fácil tener un arranque de coraje que persistir en una actitud valiente y decidida. Resistir a la dificultad prolongada es lo verdaderamente difícil.
Mantener el buen ánimo en la adversidad ayuda a superar las dificultades. No se solucionan los problemas mientras más dolor manifestemos. Si viniese la superación de la dificultad en función del dolor y las lágrimas tendría algún sentido entregarse al sufrimiento. Pero no es así. Más bien sucede lo contrario como explica Luis Rojas Marcos en su excelente libro “La fuerza del optimismo”.
Aunque no es un componente intrínseco de la longanimidad, creo que la manifestación persistente a los demás, en un tono masoquista y quejicoso, de la dificultad que se vive ayuda muy poco a la superación de las dificultades. Resulta insoportable una persona que constantemente está expresando su tristeza y su dolor. Parece que el mundo gira alrededor de su ombligo. Un mundo lleno de lágrimas amargas y negro como el azabache. No digo que se pueda expresar y compartir el dolor y la dificultad, digo que hay que huir de una actitud lastimera y quejumbrosa. (...)"
Miguel Ángel Santos Guerra